Si muevo mi caleidoscopio obtengo una nueva imagen, imagen
que va enfocada a nuevos objetivos. Siempre me he preguntado de donde vienen
las palabras que pronunciamos, quién decidió que se llamarían así las cosas, y
la importancia que tiene. Por suerte la mía o no, el tema a tratar en esta
publicación ha de ir encaminado al “poder de la palabra”.
Como es muy amplio este campo he escogido un apartado que a
mi parecer es importante, así que brevemente hablaré sobre los inicios de la
palabra escrita: nuestro alfabeto.
El alfabeto que usamos fue inventado por los fenicios (1000
a.C.). Su desarrollo fue complejo, y se clasifica en tres grupos según su
funcionamiento o concepto: logográficas, cuando sus signos representan
palabras; silábicas, cuando tales signos representan sílabas; y alfabéticas
cuando representan sonidos (fonemas). El número de signos de las escrituras
logográficas es el más elevado, y el del alfabeto el más reducido, ya que hay
muchas más palabras que sonidos. El alfabeto fenicio comprende 22 signos, y es
más sencillo de aprender, pero más difícil de concebir.
Ahora viene una de mis cuestiones, ¿Por qué inventaron el
alfabeto, cual era el objetivo que tenían con ello?
Pues bien, investigando un poco sobre su expansión en los
pequeños reinos levantinos descubrí que lo hicieron en principio para sus ya
tradicionales usos locales y para otros nuevos, como por ejemplo para las
inscripciones monumentales de los grandes imperios, superficies de bienes y
recipientes, etc. Lo que lleva a un uso más comercial de la escritura.
Volviendo al tema principal, el poder de la palabra es muy
grande, pero la palabra sin significado, y por tanto sin un vínculo o relación
entre personas no pesa. Así pues los fenicios plasmaban la palabra mediante el
alfabeto para dar un poder escrito a los objetos con los que comerciaban, o en
los monumentos para que en un futuro podamos relacionar el significado de su
palabra con su época y especie.
Pienso que todavía no somos conscientes del gran poder que
tenemos mediante la palabra. Algunos se aprovechan de ella, otros la
sobrevaloran.
Tú decides el poder que tienen tus palabras…
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